Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 20 de diciembre de 2012

7/12/2012 – Buscando los caminos de Sobirats

Hay una zona que todavía tenemos bastante en blanco y es la ribera izquierda del Merdançol desde Borredà hacia Sant Jaume de Frontanyà. Logro convencer a Pep para que la visitemos. Hoy vuelve a ser un día gélido.


Aparcamos el coche en el camping de Campalans, de propiedad familiar y con la masía convertida en hotel rural de mucho encanto. Saludo al hijo, Jordi, que conocí el año pasado en un curso sobre “Cómo hablar en público”. De momento, ni él ni yo hemos hablado en público desde entonces. Él también tiene mucho interés en saber qué hay al otro lado del río ya que, desde el camping, lo único que se ve son pinos.

Presa del molino de Campalans

Bajamos al río y localizamos la presa del molino de Campalans. Caminamos río abajo por la pista hasta llegar al molino, que ahora se alquila dentro del camping como apartamento. En un anexo, todavía se ve la maquinaria para moler el maíz y hay ruedas de moler repartidas por el jardín.

 La casa del molino de Campalans

Y una vista del jardín con una rueda de moler

Continuamos por la pista hasta llegar a la presa del molino siguiente, el de Sobirana, cruzamos el río y llegamos al molino, ahora arreglada como casa de fin de semana.

La presa del molino de Sobirana

Es hora de entrar en el bosque y volvemos a subir hacia el norte, anotando caminos que bajan a los molinos. Me despido del sol que disfruté de forma efímera en el molino de Sobirana. El ruido de las motosierras y de los árboles que caen nos impide ir más hacia el este y caminamos por un bosque frío, hostil, desierto. El ambiente es cada vez más sombrío y finalmente entramos en la umbría encima del Rec dels Nou Fonts. Aquí no llega el sol en todo el día y hay escarcha en el suelo.

Caminamos por un país helado hacia Sobirats

Algún día, alguien me tendrá que explicar porqué en invierno pasamos todo el día sin apenas ver el sol y en verano, subimos cuestas pedregosas sin sombra bajo un sol que no aguantan ni los lagartos.

Los mapas de las Minutas habían marcado caminos hacia Sobirats pero no logramos encontrar ni uno. Sólo pistas, escarcha y un caos de ramas cortadas. A lo lejos, vemos la casa de Sobirats y buscamos la manera de llegar. Cuando uno va por la carretera de Sant Jaume de Frontanyà, la solana de Sobirats se ve como una especie de altiplano, misterioso e inaccesible. Pero hoy por fin los misterios se van a aclarar.

Dejamos la pista principal para bajar por una pista secundaria al Rec. Con cada metro que bajamos, parece que la temperatura desciende un grado. Cruzamos la riera con un frío siberiano y nos apresuramos a buscar el sol al otro lado. Todavía sin encontrar caminos, subimos por los campos hasta salir debajo de la casa. Se ve bastante arreglada y posiblemente habitada. Pep, aunque no duda en opinar que los propietarios de los terrenos deben permitir el paso libre por los caminos tradicionales, siente un gran respeto por la propiedad de las casas y, al verla arreglada, no quiere acercarse y nos obliga a almorzar en los campos debajo.

Después de comer, seguimos un camino hacia el norte pero se muere en los campos. Cruzamos el barranco y continuamos hacia el oeste, pasando por terrazas interminables de campos de cultivo, sin ver nada que se parezca a un camino. Tengo la sensación de que hemos estado en todas partes excepto donde están los caminos. “Tendríamos que haber subido a la casa. Desde allí, habríamos visto los caminos”, recrimino a Pep, mientras intento desenredar una zarza que me tiene cogida una pierna. Pep no contesta.

Cambiamos de rumbo para buscar otra casa, más pequeña, llamada Cabanes. Desde allí, sale un camino, el primero medianamente decente desde que dejamos el coche. Salen otros caminos secundarios, hacia el Molino de Cabanes en un sentido y hacia Sobirats en el otro. Pero ya no hay tiempo para explorarlos. Por fin tenemos una llave pero nos hemos quedado sin tiempo para abrir la puerta.

Algún día, alguien me tendrá que explicar también cómo es que muchas veces encontramos los caminos interesantes al final, cuando sólo nos queda tiempo para volver al coche.

Volvemos a cruzar el Rec dels Nou Fonts y entramos nuevamente en la tierra del frío eterno y las pistas de desembosque. En una cresta, bajamos por un camino que yo ya conocía, que nos lleva a una captación de agua en el Merdançol. Aquí hay un poste de la Xarxa Lenta invitándonos a seguir el camí ral de Borredà a Sant Jaume de Frontanyà.

Siguiendo el camino del agua hacia Campalans

“Es muy majo pero parece más bien el camino del tubo de agua”, dice Pep. A mí me parece recordar de mis lecturas de César August Torres que el camí ral pasaba por el otro lado del río hasta el Molino de Terradelles. Pero no hay tiempo para aclarar dudas; la hora de la clase de música se nos echa encima y vamos casi al trote hacia Campalans.

Jordi nos sale al encuentro. “¿Qué habéis encontrado?”, nos pregunta, ansioso. No podemos explicarle mucho; hemos estado en todas partes pero no hemos visto nada. Habrá que volver.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,9 km; 470 metros de desnivel acumulado.

jueves, 6 de diciembre de 2012

30/11/2012 – Solancornut

La semana siguiente fui a Inglaterra. Disfruté de 3 días de lluvia, medio día de viento y medio día de sol.


Esta semana, volvemos a ser Pep y yo. Ahora tengo mapas que he podido imprimir en el plotter del Telecentre de Berga por un precio muy módico. Pep no siente la necesidad de tener esos mapas pero para mí, tenerlos es como devolver la vista a un ciego.

Hablando con Pep por teléfono el día antes, me pidió buscar un valle entre Viladonja y Sant Esteve de la Riba. Mirando el mapa, sólo hay uno, el de Solancornut (un nombre que valdría la pena investigar algún día). El Alpina marca dos casas, la del mismo nombre y la Casa de la Baga al otro lado del valle, con un entramado de pistas entre las dos.

Hoy es el día más frío de lo que llevamos de invierno. En el Mikado, entretengo a Pep con preguntas sobre sus actividades y descubrimientos para retrasar un poco la salida y que el sol suba un poco más.

Aún así, bajamos del coche con 0ºC. Entramos en la pista que sube por la cara norte del valle, mirando como la luz del sol va llegando al otro lado del valle. Parecemos destinados a pasar la mayor parte del día caminando en la penumbra.

No puedo resistir la tentación de subir los caminos que van apareciendo y que invariablemente mueren en carboneras. Pep muestra una paciencia admirable y me tolera estos desvíos, aunque lo que él realmente quiere hacer es buscar las casas. Por fin, cruzamos la riera y entramos en la cara sur y, por primera vez desde que salimos del coche, vemos el sol . En la pista, Pep anota los restos de un mas medieval pero no es la casa marcada como Solancornut en el mapa del Alpina. Con cierta dificultad, la encontramos – una casa pobre de la que apenas quedan algunas paredes de 1 metro de alto.

Volvemos a las sombras de la cara norte, explorando más caminos, y llegamos a la Casa de la Baga, situada en uno de los pocos lugares de la umbría donde llega el sol de invierno. Nuevamente, una casa pobre con los restos de algunas paredes. Detrás de la casa, un gran camino transversal, hacia Viladonja en una dirección y hacia el fondo del valle en la otra. Aquí comemos.

Pep escudriña al otro lado, hacia Solancornut. “Hay una tercera casa”, me dice. “Allí, detrás de la vaca”. Busco la vaca y detrás veo lo que parece ser un muro. “¿No será el muro de un bancal?”, aventuro. Pero Pep insiste. Ya sé dónde iremos después de comer.

Vista desde la Casa de la Baga: Las rocas de Castell de l'Areny y detrás, la Serra d'Ensija, ya con nieve

Seguimos el camino transversal detrás de la casa hacia el noreste, cruzamos nuevamente la riera y Pep, con su orientación infalible, nos lleva a la nueva casa, situada unos 250 metros de la primera, más grande y abandonada bastante después y que seguramente es el Cal Solancornut auténtico.

Restos de la casa de Solancornut

Se acerca la hora de la clase de música y hay que volver. Veo un camino que marcha hacia el oeste y lo sigo. Va pasando por los campos y Pep me asegura que acabará muriendo, al igual que todos los demás caminos que le he hecho seguir. Pero los británicos también sabemos ser tercos y no dejo que aflore la duda en mi mente. Los campos acaban y el camino continúa. “Ya me gusta más”, concede Pep. El camino gira hacia el norte y entra en la umbría. Ahora su trazado es inconfundible y seguimos un camino perfectamente formado y con una intención clara de llegar a Sant Esteve de la Riba. No está en el mapa del Alpina.

El camino de Solancornut a Sant Esteve de la Riba

Llegamos al Rec de la Riba, cruzamos la riera y entramos en la pista hormigonada debajo de la casa de la Riba. Volvemos por la pista hacia el coche pero constatamos que la pista no se hizo del todo encima del camino antiguo. Donde antes hubo obstáculos, ahora aniquilados por la maquinaria moderna, el camino antiguo se separa y busca otro trazado, del cual se marchan otros caminos que algún día habrá que explorar.

Una de las balsas del Rec de la Riba

Justo antes de llegar al coche, nos desviamos nuevamente de la carretera para entrar en una zona donde el Alpina marca al menos cuatro casas. Detrás del bosque que bordea la carretera, vemos campos, alguna pared sospechosa pero no hay tiempo para más y tenemos que dejarlo para otro día.

Nos va gustando cada vez más esta zona. Como en todas partes, hay pistas forestales pero aún quedan muchos caminos y abundantes casas para buscar. Creo que pasaremos aquí buena parte del invierno.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,8 km; 340 metros de desnivel acumulado.

jueves, 29 de noviembre de 2012

16/11/2012 – Viladonja

El día 9, quisimos mirar la zona de Viladonja pero la lluvia nos obligó a dar la vuelta tras recorrer tan sólo un kilómetro desde Can Cases, cerca de la carretera que va a Sant Esteve de la Riba.


La casa de Viladonja. En el fondo, los campos y bosques de Moreta

Hoy, volvemos a probar suerte. Esta vez, dejamos el coche en l’Hostalet, en la carretera de Borredà a Ripoll, que todavía funciona como posada. Nada más salir del coche, el gato de la casa salta dentro y empieza a lavarse, contento de haber encontrado un lugar cálido y confortable. Pero, como todo lo bueno en esto mundo, su felicidad es efímera y sólo dura lo que tarda Pep en expulsarlo.

El gato se aleja ofendido pero el perro de la casa nos acompaña hasta el límite de su territorio al otro lado de la carretera. Entramos en la pista al otro lado, marcado como PR. La idea era seguir el PR hasta Viladonja pero hoy nos distraemos con el primer camino que nos sale al paso y dejamos la pista. Y así vamos haciendo la subida, a veces en la pista y a veces explorando caminos que salen a un lado y otro.

Dejamos la pista definitivamente para seguir un camino que tiene más apariencia de forestal que de otra cosa, que nos lleva por la Baga de Maçanós hasta la cresta, y de allí al Pla dels Quatre Terminals y el Collet de Finestrelles.

En el camino, vamos encontrando setas. Carles saca la bolsa y Carles y Pep inician el expolio. El ritmo de la marcha se enlentece. Como una especie de Hacienda setera, reclamo mi derecho de llevar a casa el 20% de todo lo recogido.

Después de comer en el Collet de Finestrelles, continuamos por la cresta hacia el Coll Senyorit. Carles ya tiene la bolsa casi media llena pero al llegar al collado, oímos voces y salen dos hombres con dos cestas enormes y una bolsa de supermercado llenas de setas. En total, deben haber unos 30 kilos. Carles esconde la bolsa detrás de la espalda para no hacer el ridículo.

Buscadores de setas en el Coll Senyorit

Bajamos la pista hacia la iglesia de Viladonja, que visitamos, y, dando un rodeo a la casa, que está habitada, buscamos un camino que nos suba a Cal Jaumet, en la cresta al sur y donde tuvimos que dar la vuelta la semana anterior. Desde Cal Jaumet bajamos la cuesta del sur, en busca de dos casas marcadas en el mapa del Alpina. Con alguna dificultad, las encontramos, dos casas muy humildes, situadas cerca de las zonas más llanas de la pendiente. No cuesta mucho imaginar la dureza de la vida de sus moradores. “Seguro que se sentaban en la última fila en la iglesia arriba”, observo.

Santa Eulàlia de Viladonja

Una vez anotadas las casas, bajamos por un camino inicialmente muy tapado hasta Can Cases, cruzamos la riera por el camino de la fuente de la casa y volvemos a empalmar con la pista del PR hasta llegar nuevamente al coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 430 metros de desnivel acumulado.

lunes, 5 de noviembre de 2012

2/11/2012 – La Farga de Palmerola

El 18 de octubre, Carles y yo salimos en un día inapacible para intentar aclarar colitas (ver Glosario) debajo del Portell del Llop, entre Berga y Cal Rosal. En la mitad de los caminos, tuvimos que dar la vuelta por la vegetación que hacía físicamente imposible continuar y no pudimos acabar de enlazar un camino muy interesante que debía ir de Mas Ribera a Cal Rosal.

Las ruinas de Mas Ribera y detrás, Vilarrasa, al otro lado del Llobregat

La semana siguiente, la lluvia nos obligó a quedarnos en casa y por fin, para hoy, iba a hacer buen tiempo. Es puente de Todos los Santos y Carles tiene el hotel lleno de buscadores de setas urbanos y no puede venir.

Pep me sugiere ir a la Farga de Palmerola en la Riera del Merlès y hacer una ruta rectangular hacia Serrallonga. La zona está fuera de nuestros mapas, lo que nos obliga a recurrir al mapa del Alpina, con las limitaciones que ello nos supone por lo incompleto.

De la fragua sólo quedan unas ruinas debajo del refugio de Puigcercós y la presa que desviaba el agua a la balsa. Funcionó como fragua durante unos 70 años, con mineral traído del Ripollès, y luego como molino harinero.

 El refugio de Puigcercós al sol y debajo, todavía en la sombra, las ruinas de la Farga de Palmerola

La presa de la Farga

Tras hacer una visita detallada, tomamos la pista hormigonada hacia Hostalet. Teníamos que tomar una pista hacia la derecha pero yo esperaba algo más marcado y obligo a Pep a continuar caminando por la pista hasta tener la carretera de Ripoll a la vista. Una vez más, Pep tiene razón; damos la vuelta y tomamos la pista poco clara, que es la buena. Al no tener a Carles, no le queda más remedio a Pep que hablar conmigo y, entre otros temas variados, me va explicando sus lecturas en los archivos. Ahora mismo, tiene material para varios doctorados pero como no le gusta escribir, se enfrenta a la disyuntiva de documentar sus hallazgos escribiendo lo mínimo posible.

Vamos topando con buscadores de setas pero el frío de la semana pasada ha frenado la temporada en seco en estas partes y en sus cestas sólo se ve algún ejemplar de segunda línea. En las inmediaciones de Can Peligrí, el Alpina marca un camino que sale a la derecha para pasar el Mal Grau. Sin embargo, lo que sube es un vulgar camino para bajar troncos pero al cabo de poco rato, entra en un camino transversal cuya categoría y antigüedad es indudable.

El camino del Mal Grau

Lo seguimos hacia la izquierda y empalma con la misma pista, un poco más allá, con una tendencia clara hacia Les Lloses. Damos la vuelta y nos encaminamos hacia el Mal Grau, ahora convertido en Bon Grau gracias a las máquinas picadoras que lo convirtieron en pista. Vamos dejando caminos de aspecto interesante a derecha e izquierda.

Vista desde el Mal Grau; a la izquierda, la sierra de Picancel, a la derecha, el pueblo de Vilada y al fondo, las montañas de Capolat y Rasos de Peguera

Almorzamos en la cresta y luego continuamos por un camino hasta salir en la pista de Serrallonga. Pasamos por Serrallonga de Dalt, Serrallonga de Baix, Sant Pere de Serrallonga y Comià, antes de tomar el PR hacia Danyans. El camino empieza como un camino de arrastrar troncos pero se empalma con otro de más categoría y finalmente sale en la pista de Danyans. Seguimos bajando hasta llegar nuevamente a la Farga.

La iglesia románica, restaurada, de Sant Pere de Serrallonga

Pep se declara complacido con esta zona, que ofrece múltiples atractivos. Lástima que no tenemos mapas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12 km; 415 metros de desnivel acumulado.

martes, 16 de octubre de 2012

7/10/2012 – Caminos entre Guardiola y Sant Julià de Cerdanyola

Hoy he quedado para salir con Josep Mª. Tras algunas vacilaciones, me decanté por una ruta que enlaza caminos que suben desde Guardiola hasta Sant Julià de Cerdanyola. Hasta ahora, el blog no tiene ninguna entrada para este municipio, que fue mi primer descubrimiento serio del Berguedà, hace ya casi 20 años. Llegué aquí un soleado día de mayo desde el mundo gris de Barcelona y vi un paisaje lleno de verde; cantaban los pájaros, revoloteaban las mariposas, había flores por todas partes y el suave ruido del agua que pasaba por pequeños canales para regar los huertos. Me quedé cautivado.

Así que aprovecharé el día para enseñar a Josep Mª un poco más de su comarca. Dejamos el coche en la primera curva de la carretera que sube a Sant Julià de Cerdanyola, donde un rótulo indica Les Nou Fonts.
Bajamos por una pista que cruza un pequeño torrente. Un camino sube por la izquierda que lleva a una especie de gruta al lado de una pequeña cascada. Unos surcos de cemento canalizan el agua que sale de unos agujeros en la roca. Hay una mesa y asientos de hormigón. Es un lugar muy fresco y agradable en verano pero gélido en invierno ya que no le toca nunca el sol.

Entrada al merendero de les Nou Fonts

Volvemos a bajar hasta el torrente y caminamos en el otro sentido, primero por el lecho del torrente seco y luego siguiendo un camino claro que hace un flanqueo por el bosque paralelo a la carretera, donde enlaza con el camino principal que sube a Sant Julià desde el Collet y ahora parte de la Xarxa Lenta. A medida que vamos subiendo, las vistas se abren, tanto hacia el oeste, con el valle del río Saldes y Pedraforca, como hacia el este, con el torrente de l’Albiol y los pequeños campos – seguramente antiguos viñedos – colgados entre las rocas.

 A la derecha, se ve la casa de la Torre de Foix y las cuestas que subimos la semana pasada

 El día fue mejorando, ofreciendo estas vistas de Pedraforca desde el camino del Collet

Y del valle de l'Albiol, con las pequeñas terrazas a la izquierda

Lástima de la línea de alta tensión que va al Coll de Pal pero aún así, es un camino histórico y digno de seguir. Salimos en el lugar llamado Cap dels Roquets, donde hacen el tiro al plato.

El camino del Collet, justo antes de salir al Cap dels Roquets

Seguimos subiendo con una valla de una finca por un lado y los riscos por el otro, hasta el Cap del Grau, donde el canal de riego cruza un camino que baja hacia el fondo del valle de l’Albiol. Siempre ha sido un lugar muy agradable para pasar un rato, con unas vistas inmejorables. Ahora, al acercarnos, veo dos bancos y empiezo a sospechar lo peor. Al llegar a los bancos, veo que el entrañable camino que venía de llano, dando la vuelta del Puig, ahora es una pista a la que, además, sólo se podrá acceder en todoterreno. “No va nadie”, me asegurarán luego en el bar abajo donde tomamos un café.

Josep Mª se acomoda en el Cap del Grau

Cada tantos años, este municipio me da disgustos. Primero fue una fea pista de desembosque abierta sobre un bonito camino que bajaba desde la Artigassa hasta el Collet de les Bitlles hace unos diez años. Luego, hace unos cinco años, otra pista de desembosque que destrozó parte del antiguo camino de Malanyeu a Falgars, convirtiendo la pintoresca Font de les Estorales en una bañera metida en un charco fangoso. Y ahora esto.
Nos sentamos en los bancos para tomar un refrigerio. Sigue una conversación larga y uno de sus frutos es una propuesta por parte de Josep Mª de prepararme para un examen oficial de catalán a cambio de conversación en inglés. Tentador.

Vista del Forcat, con una parte de las terrazas de Les Deveses

Y el pueblo, mirando hacia Falgars con las montañas del Catllaràs detrás

Bajamos al lado del canal hasta la cruz (donde hay más bancos y un mirador) que marca la entrada al pueblo. Tras tomar el café susodicho, continuamos hasta el cementerio donde arranca el camí ral y también parte del GR4. Es un camino muy interesante, todavía empedrado en muchos puntos, que baja al lado del río de Cerdanyola, con la vista delante de las interminables terrazas de antiguos viñedos de les Deveses y uno de los rasgos distintivos de este pueblo, y empalma con la carretera en la ermita de les Esposes. Cerca de aquí, en la carretera, hay otro mirador con más bancos que ofrece buenas vistas del valle del Llobregat. A partir de aquí, el camino va bajando la cuesta, cruzando las curvas de la carretera, hasta dejarnos delante del coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,5 km; 370 metros de desnivel acumulado.

5/10/2012 – La Torre de Foix

Fiel a nuestra promesa, volvemos a la pista de las torres de alta tensión encima de los edificios mineros de Figols. Hoy, hace un día espléndido. La intención era acabar el camino que baja de la Torre del Far que tuvimos que dejar a medias la semana pasada y también, si es posible, buscar otro camino que subía a la Torre de Foix, aunque no tenemos grandes esperanzas de encontrarlo.


Aquí, quisiera hacer un inciso. Desaconsejo absolutamente el Canal Industrial como ruta senderista. Hay un camino que lo bordea pero está pensado únicamente para trabajos de mantenimiento. En algunos lugares es muy amplio pero en otros es una repisa estrecha de hormigón colgada sobre una caída de 20 ó 30 metros con sólo un cable como pasamanos. También cuando el canal baja lleno, una caída al agua puede tener consecuencias nefastas, ya que una vez dentro del agua, no es fácil salir. Nosotros lo seguimos porque (i) nunca lo hemos hecho y queremos conocerlo todo, (ii) es parte de la historia de esta comarca y aún quedan restos de la época de su construcción, y (iii) sobre todo, porque los caminos existían antes del canal y tenían derechos consolidados y cuando el canal cortaba un camino, había que construir un puente, lo que facilita enormemente su localización.

Uno de los puentes sobre el Canal Industrial que indica la existencia de un camino

Llegamos al Canal Industrial y giramos a la derecha, hacia Figols, para acabar de ver su trazado. Al cabo de unos 500 metros, desaparece en un túnel y lo dejamos allí. Un camino nos lleva a una de las torres eléctricas al lado de la pista, que volvemos a bajar.

He tenido una semana muy dura, peleando con unas traducciones especialmente difíciles y hoy, con este día tan soleado, tengo una sensación de liberación, lo mismo que debe sentir un perro cuando por fin se le saca a pasear por el campo.

Desde que nos reunimos en el Mikado, Pep y Carles han estado hablando de documentos, del estado de abandono de los yacimientos arqueológicos y otras cosas serias. Yo, por mi parte, me dedico a llenar mis sentidos, incluido el sexto, con sensaciones y no puedo evitar confesar lo que ya debían sospechar todos: “Aquí vengo para divertirme”. Sorprendentemente, Pep se muestra comprensivo: “No creo que sufras por el desnivel hoy”, me confía, con una sinceridad convincente.

Seguimos nuevamente el Canal hacia Guardiola y, en una entrada en un túnel, vemos un camino que sube en la cresta que baja desde la Torre del Far. Con más o menos dificultad, lo vamos siguiendo por un fuerte pendiente hasta situarnos al pie de la roca que Pep dijo que yo no pasaría. Pero yo no veo una pared vertical sino una cosa bastante asequible y así se lo hago saber. “Pero no es lo mismo de bajada que de subida”, matiza Pep.

Una vez hecho el enlace, volvemos a bajar al Canal y seguimos el mismo camino de bajada hasta un promontorio encima del río, donde lo dejamos. Continuamos por el Canal, anotando algunos puentes y uno en particular que promete y un par de hornos de cal construidos para hacer mortero para las obras del Canal. Llegamos a la carretera y damos la vuelta.

Empezamos a subir ese camino que prometía. Al poco rato, llega a una carbonera pero no acaba allí, como pensábamos, sino que continúa, buscando una vía para superar las rocas y luego entra en un barranco que baja en diagonal desde arriba, subiendo con eses interminables. No hay duda que estamos haciendo historia, recuperando el trazado de un camino histórico y prácticamente olvidado pero, abriendo paso por la vegetación, la subida es agotadora. Tras 230 metros de desnivel, por fin salimos a los campos de la Torre de Foix. Mirando mi cara de extenuación, Carles me pregunta: “¿Así que sólo vienes para divertirte?”. Bueno, por otras cosas también, supongo.

La Torre de Foix con la iglesia de Sant Climent

La Torre de Foix es una casa grande que esconde en su interior una torre medieval que, entre otras cosas, vigilaba el camino que sube desde el Collet y pasa por el Grau de Sant Climent hacia Vallcebre.
Pep empieza sus clases de música hoy y tiene que volver a una hora razonable. Decide que será más fácil volver por la carretera que deshacer la subida.

Un rincón de belleza natural y geológica en un paisaje todavía dañado

Nos encaminamos hacia El Jou pasando por el paisaje rascado de la antigua explotación a cielo abierto. En El Jou, buscamos la carretera y entramos en Sant Corneli. Hay un solo autocar aparcado en el Museo de las Minas y en el restaurante, se oye el acordeón que seguramente está animando a los pensionistas que han venido a cantar y bailar.

El Museo de las Minas de Sant Corneli

No queremos estropearles la fiesta y buscamos el pequeño parque pasado el parking. Aquí almorzamos. Unas prensas medievales han sido juntadas para formar una escultura moderna, dando fe del pasado vinícola de la zona. “Que salga en tu blog”, me conmina Pep. “Oído”, le digo.

Prensas de viña convertidas en escultura

Después de comer, sólo nos queda bajar la carretera hasta el coche.

Vista del Berguedà post-industrial, con los edificios de las minas de Figols, la torre del Conde de Figols, la central eléctrica (ahora parada definitivamente) y el pantano. Hace no tantos años, esto era un hervidero de actividad.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,4 km; 585 metros de desnivel acumulado.

sábado, 6 de octubre de 2012

28/9/2012 – El Castell dels Moros o la Torre del Far

El día amanece tapado, con pronóstico de lluvias fuertes el día siguiente. Pero decidimos salir y ponemos rumbo a Sant Corneli. “Tengo 20.000 palabras para traducir y un futuro brillante”, le advierto a Pep, recordando las paredes verticales que hemos visto miles de veces subiendo y bajando la carretera. “Confía en mí”, me contesta enigmáticamente.


Aparcamos el coche cerca del Jou, una casa convertida en hotel rural de gama alta. Hay caballos por todas partes; está claro que la cría es uno de los ejes de la economía del hotel. Aunque se ha gastado mucho dinero en transformar una casa humilde en un hotel con mucho encanto, su entorno, todavía marcado por las cicatrices de la extracción a cielo abierto de la última etapa de la minería del carbón en el Berguedà, le ha puesto las cosas muy cuesta arriba y, hasta ahora, no ha llegado a despegar de verdad. Detrás hay la ermita románica y la torre, ambas reconstruidas. La ermita todavía se parece a una ermita pero la torre ha sido reconstruida a partir de cero como un apartamento para escritores en busca de aislamiento para concentrarse. Quitando el ascensor, me parece bastante cuca. Evidentemente, Pep preferiría ver una pila de piedras en el suelo que esta monstruosidad sin gusto.

La nueva Torre del Far y su iglesia

Tras un comienzo en falso, encontramos el camino que arranca desde la torre misma. Da la vuelta de un promontorio y entra en un ‘grau’ (ver Glosario) espectacular. A partir de aquí, baja zigzagueando con bastante pendiente dentro de un bosque de robles. Su categoría es incontestable. Por las ramas cortadas, se ve claramente que, en algún momento, alguien intentó limpiar el camino. “Suerte de los árboles”, pienso. “No nos dejan ver el precipicio que tenemos a 20 metros a cada lado”.

Pep sonríe relajado ante los precipicios que nos rodean

Pero el camino se va volviendo cada vez más tenue. Evidentemente, el cazador no llegó a limpiar aquí. Todavía nos quedan 150 metros de desnivel para llegar al río. Pep sigue bajando, Carles se queda unos 50 metros más abajo y yo me quedo arriba, pensando en mis 20.000 palabras. Al cabo de unos 10 minutos, Pep vuelve. “Está tapado pero se puede bajar. Hay un tramo de roca un poco delicado; yo lo he cruzado pero conozco a uno que no querrá”, dice, señalándome con la mirada.

Volvemos a subir. El plan B es intentar acceder al camino desde la carretera y enlazar desde abajo. Antes de volver al Jou, decidimos hacer un ‘brunch’ sobre una plataforma de roca suspendida sobre el vacío, viendo pasar los vehículos abajo en la carretera y una vista enorme delante y hacia el norte, con el pueblo de Malanyeu en frente.

Carles y Pep contemplan el abismo antes de comer

Después de loar por enésima vez las excelencias del Viejo Peculiar y sus novelas negras de 10 palabras, reemprendemos la subida. En las inmediaciones de la casa, paramos para charlar con el dueño y nos sugiere tomar una pista de mantenimiento de las torres eléctricas cerca de las viejas instalaciones mineras de Figols que luego empalma con el camino que bordea el Canal Industrial.

Seguimos su consejo. Tras caminar durante poco más de un kilómetro, la pista acaba en un puente que cruza el canal, con un camino en ambas direcciones. Giramos hacia el norte y entramos en un túnel verde formado por los árboles, acompañados por el flujo silencioso del agua. Para nosotros, es totalmente nuevo. Nunca habíamos estado aquí y sólo habíamos visto el canal desde la carretera. El canal entra en un túnel excavado en la roca pero el camino lo rodea por fuera. Avanzamos unos 50 metros más pero ha empezado a llover y nos vemos obligados a batirnos en retirada. Volveremos.

El punto de entrada en el Canal Industrial

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,3 km; 360 metros de desnivel acumulado.

Nota histórica: El Canal Industrial fue construido a finales del siglo XIX entre Guardiola y Berga para traer energía hidráulica a la industria local. Supera infinidad de obstáculos y su coste final supuso la ruina económica de sus promotores, como otra gran obra del Berguedà, el ferrocarril de Peguera.

sábado, 29 de septiembre de 2012

21/9/2012 – Caminos de Moripol (2ª parte)

El día 11 de septiembre fue un día histórico para Cataluña. 1,5 millones de personas, una cuarta parte de la población del país y yo y mi mujer entre ellas, se dieron cita en el centro de Barcelona para reclamar la independencia. Aunque el ambiente era festivo y pacífico, sin rastro del cabreo del independentista de toda la vida, hubo una clara sensación de que ahora no había vuelta atrás.


El fin de semana siguiente, estuve en Inglaterra. Carles y Pep recorrieron las minas de hierro del Ripollès.

El jueves, propongo a Pep continuar con Moripol. El día siguiente, en el Mikado, en el viaje a Feners y caminando, la manifestación y la independencia fueron temas recurrentes. Cuando antes Josep Mª salía con nosotros, siempre se quedaba solo defendiendo sus tesis separatistas. Nosotros pensábamos que era posible llegar a un entendimiento con Madrid y, además, si quienes realmente mandan están en Bruselas, porqué querer crear otro país. Ahora, cansados de las mentiras, la soberbia y las malas maneras de la clase política y algunos medios de Madrid, los tres estamos a favor de la independencia y, como nosotros, hay cientos de miles más. En definitiva, le tocará al President Mas gestionar un proceso largo y difícil.

Pero volvamos a lo nuestro. Aparcamos el coche cerca del desvío que va a La Collada. El mapa del Alpina tenía marcado unos caminos de la Xarxa Lenta que queríamos ver. Continuamos por la pista que va a Can Blanc y antes de llegar al próximo torrente, vemos un camino muy interesante que marcha hacia arriba. Sin embargo, no lleva ninguna marca y lo dejamos. Antes del siguiente torrente, vemos las marcas que primero entran en el bosque sin camino y luego empalman con una pista muy fea y empinada para bajar troncos. Emprendemos la fuerte subida con un ritmo penoso: “Eso sí que es una Xarxa Lenta”, pienso. En una pausa, saco el mapa otra vez y lo examino porque algo no me cuadra. Y efectivamente, el mapa marca el primero como el bueno y el que seguimos ahora, ni siquiera existe. Por lo visto, hubo un fallo de comunicación entre cartógrafos y pintores de marcas. A mis lectores asiduos, les desaconsejo este camino señalizado por irremediablemente feo y les sugiero que prueben el primero ya que, según el mapa, van al mismo sitio.

Antes de llegar arriba, vemos un camino que nos cruza en diagonal y lo reservamos para la vuelta. Salimos a las ruinas de una casa que se construyó sobre el emplazamiento del antiguo castillo. Pep nos lleva a ver el hueco de la entrada a la era entre dos edificios. “¿Qué veis?”, nos pregunta, como un maestro que pone un examen sorpresa a sus alumnos. En cada edificio, tocando el hueco, se ve la cantonera de un muro medieval. “Se demolió la torre para hacer la casa y el pajar y sólo quedan las esquinas”, responde Carles, siempre alerta. “Excelente”, asienta Pep, con una sonrisa de aprobación.

 Vista de la casa del Castell, mostrando el huecho entre los dos edificios donde estaba la torre medieval

Otra vista del Castell con la Cingle de Xupal detrás

Seguimos hacia el pueblo de Moripol. Pep todavía no se explica cómo es que no ha quedado ningún rastro del pueblo medieval. Tomamos otro camino que sube directamente hacia el Coll de Gosol, combinando con tramos de pista y pasando por zonas de antiguos cultivos.

Una Lysandra bellargus disfrutando del último calor del verano

Después de un corto descanso, bajamos con fuerte pendiente por una pista relativamente nueva y poco armonizada con el entorno, también marcada como Xarxa Lenta, que pasa al lado del Roc de les Mosses para desembocar en Les Colladetes. Aquí hay un estanque y la Font de Tomàs, actualmente seca. Giramos para volver a Moripol, entrando por un fragmento que queda del camino antiguo pasada la zona de campos llamada Ribalta. Recogemos manzanas ecológicas de los árboles al lado de las casas y comemos en el pueblo.

Vista del pueblo de Moripol

Después del almuerzo, nos separamos para explorar los campos y cuestas encima de la Font de Moripol para buscar una vez más el pueblo medieval, pero sin éxito. Nos reunimos en la iglesia. “Es curioso pero al lado de la pista, delante de la casa principal, hay un cementerio viejo y las casas modernas nunca se construían al lado de cementerios, por lo del yu-yu”, dice Pep. Vamos a la zanja de tierra abierta por la pista y efectivamente se ven trozos de hueso y, entre las piedras del terraplén, Carles encuentra fragmentos de cerámica. Pep los inspecciona: “Es medieval y la prueba irrefutable de que el pueblo medieval estaba aquí mismo”, declara. “Carles, eres un crac”. Aventuro la hipótesis de que el pueblo quedó abandonado después de la Peste Negra y cuando se volvió a habitar y levantar casas, unos siglos después, nadie se de acordaba que aquí había el cementerio.

Resuelta esta cuestión, volvemos al castillo y bajamos por el camino transversal que habíamos visto en la subida. Efectivamente, hace un zig y un zag muy amplios y acaba en una ‘artiga’ (ver Glosario) al lado del torrente. Me parece mucho esfuerzo para tan poca cosa. A la salida de la artiga, sale una pista que nos llevaría a la pista de Can Blanc y el coche. A la derecha, baja un camino muy marcado al torrente pero no vemos continuidad al otro lado. Mirando el mapa en casa, veo que marca allí “forn de pega”. Este tipo de horno se utilizaba para destilar las cepas y raíces de los pinos cortados para extraer un alquitrán que se utilizaba como impermeabilizante y también para curar los animales. No lo supimos ver pero sería una justificación mucho mejor de tanto camino, tanto desde arriba como desde abajo, que una simple artiga.

Font de les Barraques

En el viaje de vuelta, en el desfiladero del Llobregat después de Guardiola, en el curso de la conversación, Carles pregunta por la Torre de Far, cerca de la antigua masovería y actual hotel-restaurante de El Jou. “Es cierto”, dice Pep. “Hace mucho tiempo me hablaron de un camino que bajaba desde allí hasta el río”. Señala con gesto despreocupado hacia las paredes verticales de piedra calcárea que se alzan 200 metros encima nuestro al otro lado del río. “La semana que viene lo buscaremos”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 570 metros de desnivel acumulado.

sábado, 22 de septiembre de 2012

7/9/2012 – Caminos de Moripol (1ª parte)

Esta semana, Carles tampoco puede venir y Pep me da carta blanca respecto al lugar. El jueves por la noche, subiendo desde Barcelona en el coche de un amigo, le llamo con mi móvil: “Moripol”. “¿Tan lejos?”, me contesta. “Me diste carta blanca, ¿no?”. “Vale, vale”. “Hay una cosa más”, añado. “Esto de quedar tan pronto está haciendo estragos con mis biorritmos. Necesito tomar un café en condiciones. Ya que el verano está acabando, a las 8 en el Mikado, por favor”. “Concedido”, me contesta Pep, magnánimamente.

¿Cómo puedo describir el placer de tomar un café con tranquilidad en una cafetería acogedora, mirando Els Matins y repasando las novedades, en lugar de meterse a toda prisa en el coche a las 7:30, después de tomar un café indigesto en cualquier lugar, sólo porque necesito la dosis de cafeína a cualquier precio? La prueba está en que, en lugar de pasar todo el viaje en mi silencio catatónico habitual, puedo escuchar a Pep, comprender lo que dice e incluso contestarle.

Pedraforca con una nube en la enforcadura. Por la tarde, las nubes se extenderían a toda la zona y provocaría chubascos

“Ya me va bien ir a Moripol”, me confiesa, cuando giramos a la carretera de Saldes. “Podemos ir a la Farga de l’Espà”.

Aparcamos el coche debajo de Feners y caminamos hacia Cal Quel, el Molino de l’Espà y finalmente la Farga, por el camino de la Xarxa Lenta. La fragua se utilizó como tal durante la segunda mitad del siglo XVIII y luego como molino de harina. Es un edificio grande, fruto de varias aplicaciones. Todavía se puede ver la maquinaria para hacer la masa de pan, que luego se llevaba al horno en el pueblo para alimentar la importante población minera en la primera mitad del siglo XX.

La Farga de l'Espà

Una parte de la maquinaria

Decidimos seguir el canal del molino hasta su punto de unión con el río pero se alarga mucho y entramos en una zona donde ya no tengo mapa ya que el plan era ir al sur, no al oeste. Una vez visto el comienzo del canal, vemos un camino que sigue hacia el oeste; se muere en unos campos y flanqueamos sin camino por el bosque hasta llegar a las pistas entre Sorribes y Moripol. Conseguimos encontrar el camino viejo y lo seguimos hasta que entra en campos, donde empalma con la pista otra vez.

Seguimos caminando por la pista hacia Moripol, comiendo moras, que ahora están en su punto. Pep se desvía en el Clot de Moripol para buscar el pueblo medieval, ya que las casas e incluso la iglesia del vecindario actual son todas modernas. No lo encontramos y continuamos por la pista. Tenemos Moripol a la vista cuando vemos un poste indicador que nos señala hacia abajo con la leyenda “Camí ral de Moripol a l’Espà”.

El poste indicador donde quedamos a las puertas de Moripol como Moisés a las puertas de la Tierra Prometida

Decidimos parar aquí. Ya volveremos otro día para hacer más caminos en Moripol. Después de almorzar, iniciamos el descenso, primero por camino y luego por pista hasta el Coll de Feners, luego camino y luego pista. Para no ir otra vez a la Farga de l’Espà, nos desviamos por un camino tapado encima de Cal Quel y bajamos hasta llegar al coche.

Moripol, un pequeño núcleo deshabitado pero con la iglesia restaurada

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 450 metros de desnivel acumulado.

sábado, 8 de septiembre de 2012

31/8/2012 – La Portella Blanca

Desde la última entrada, ha llovido, las temperaturas han bajado y ha entrado viento del norte. Quería volver a intentar llegar a la Portella Blanca y propuse a Pep hacer el camino desde Porta, en Francia, ahora parte del Camí dels Bons Homes, una ruta creada desde Berga hasta Montségur para explotar el filón de los cátaros. Carles no puede venir, está en la playa.


El día está despejado y aparcamos en el aparcamiento público en Porta. Sabíamos que hacía viento pero nada nos preparó para el huracán glacial que nos embistió nada más salir del coche. Nos volvemos a refugiar en el coche mientras el viento aúlla a nuestro alrededor. "¿Qué temperatura marcaba?", pregunto. "Creo que eran 7 grados", dice Pep. "Hay un bar aquí. Igual hay algo bueno en la tele", propongo a modo de actividad alternativa. Pero nosotros somos unos valientes y no hemos venido aquí a pasar el día en el bar. Nos abrigamos y volvemos a salir. Cruzamos la carretera lo más rápido que podemos y empezamos a subir la pista que nos llevará a la Ribera de Campcardós, un valle protegido del norte.

Efectivamente, a medida que entramos en el valle, el viento amaina. Ya no tenemos que apretar los dientes y luchar contra los elementos y podemos empezar a fijarnos en nuestro entorno. Vamos subiendo por campos parcelados. Más arriba son campos de forraje, cada parcela con su barraca de piedra. Aquí los amantes de la piedra seca estarían de enhorabuena. Y más arriba todavía, son prados de pasturar.

Entrando en la zona de barracas

Pasamos por encima de un lago seco, convertido otra vez en río y justo cuando vemos la tierra blanca que da a la Portella Blanca su nombre, el viento vuelve a golpear con fuerza pero ahora con la temperatura que corresponde a 2300 metros de altura en lugar de 1500 metros. Volvemos a sacar la ropa de invierno de las mochilas.

 El lago seco, mirando hacia Porta

Una zona de meandros

Ahora nos toca subir una amplia planicie, sin ninguna protección contra el viento. A la derecha, vemos un grupo de jabalís comiendo. Nosotros estamos a sotavento y no se dan cuenta de nuestra presencia hasta que ya le hemos dejado atrás. Nos desviamos ligeramente para ver los restos de una avioneta que se estrelló allí hace más de 30 años. “Y luego dicen que volar es seguro”, comenta Pep, a quien saber que sólo tiene aire debajo de los pies le produce un profundo malestar.

Uno de los restos de la avioneta

La última subida hacia la Portella Blanca, en el fondo. El viento era casi ártico; incluso los caballos se cansaron y en la bajada los encontramos abajo entre los árboles

El último kilómetro, con 200 metros de desnivel y el viento en contra, se hace eterno pero por fin pasamos al lado catalán. Nos quedamos un rato contemplando los valles donde tuve que rendirme la semana pasada antes de dar la vuelta e iniciar el descenso.

El paso fronterizo

Vista del Valle de la Llosa desde la Portella Blanca

Buscamos un sitio resguardado para almorzar y contemplamos el paisaje. Abro mi última botella de cerveza inglesa, Poacher’s Choice, nuestra preferida como sabrán mis lectores asiduos. Los senderistas van pasando a unos 200 metros de nosotros pero no nos ven, escondidos en un hueco bajo una roca. Valoramos las posibilidades de reciclarnos en bandoleros de verano: a una media de 100 euros por cabeza, serían 1.000 euros por una tarde de trabajo pero lo acabamos descartando. El segundo día, ya tendríamos policías de 3 países encima nuestro.

Vista del viaje de vuelta

Acabada la tertulia, salimos de nuestro refugio para encararnos nuevamente con el viento pero ahora lo tenemos a la espalda y es más soportable. En la zona de prados, interrumpimos a los buitres del valle que estaban almorzando una vaca que, por el olor, ya debía llevar varios días muerta. Curiosamente, en la subida, no la habíamos visto.

Algunos buitres esperan que nos vayamos para continuir con el festín

Después de tantos kilómetros, me es imposible mantener el ritmo de Pep en la bajada, así que cada uno baja solo, separado por unos 100 metros, con la compañía de sus pensamientos. Seguramente cuando viene Carles, habla de cosas más serias y más fructíferas pero me gustaría pensar que conmigo, Pep se ríe más.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 20 km; 1.025 metros de desnivel acumulado.